La testosterona inyectada puede ser mortal

Caraota Digital
Por Caraota Digital 7 Min de Lectura
7 Min de Lectura

Por el Dr. Ricardo Soto-Rosa

Marquitos Urbaneja recibió la mala noticia un caluroso mediodía de abril. Había salido a tomar aire fresco en el patio interno de la vieja casona colonial. Desparramado en la antigua poltrona de la abuela, contemplaba el lento gotear del tinajero.

Un agudo timbre de teléfono, lo sacó de su embeleso. Muy adolorido y con dificultad llego hasta la pared de la cocina y descolgó el negro auricular.

-¿Familia Urbaneja?
-A la orden, dígame,
-¿Se encuentra el señor Marcos Aurelio?,
-Sí, con el habla. Un largo silencio precedió la siguiente frase:
-Es la secretaria del Dr. Bracamonte, el doctor tiene ya los resultados y le manda a decir que por favor venga esta misma tarde.

Hace unos meses, Marquitos, se encontró en la panadería con su amigo de infancia, el arquitecto Joaquín Mendieta. En aquella conversación de hombres maduros, ya lipones, con algo de corva y nevadas cienes, se confesaron como habían perdido vitalidad tanto para el trabajo y el ejercicio como en el sexo.

Joaquín con mucha emoción le habló a Marquitos de unas ampollas mágicas que mejoran el aspecto físico, logrando en poco tiempo hacerlo más fuerte y musculoso. ”Te llenan de energía como para comerte al mundo y te convierten en el amante más fogoso e incansable”.

Marquitos salió directo y compro las ampollas en la farmacia de la esquina. Su amigo Joaquín le recomendó una cada 3 meses, pero él quería mejorar en el menor tiempo y decidió aplicar un tratamiento de una ampolla intramuscular mensual.

Sintió como su energía resplandecía, retomó el ejercicio. En poco tiempo el cambio era indiscutible, su barriga fue desapareciendo, los músculos con mayor tono y su deseo sexual despertó al punto de sentirse un adolescente. Transcurrido unos meses de su transformación, comenzó a presentar dolor en la espalda y cadera, el cual no mejoraba con ninguno de los tratamientos que le recomendaron. No sirvieron las pastillas que tomo, ni las inyecciones, tampoco fueron de ayuda los masajes, aplicación de ventosas, mentoles o distintas yerbas.

Desesperado por aquel martirio, se presentó demacrado en el consultorio del Dr. Bracamonte. Al interrogarlo, se enteró de aquel desatino cometido por Marquitos, al auto medicarse con altas dosis de la hormona testosterona.

El galeno le preguntó por su control prostático y con una amarga sonrisa le dijo que “él no era hombre de médicos”.

Aquella tarde, Marquitos en compañía de un sobrino, entró en silla de ruedas al consultorio, después de los saludos de rigor y revisar el expediente, los miro con cara sombría y les comunicó que al realizar los estudios se encontraron múltiples lesiones de aspecto metastásico en diferentes huesos, en especial de la cadera y de las vértebras lumbares, causantes del dolor. El examen prostático de la sangre llamado PSA se encontraba en un nivel exageradamente alto.

Por todo lo dicho, el equipo de médicos había llegado a la conclusión, que Marcos Urbaneja, de 59 años de edad, presentaba cáncer de Próstata avanzado que debería ser corroborado con una biopsia, requería como tratamiento médico la supresión de la hormona testosterona y aplicar radioterapia para aliviar el dolor en las lesiones óseas.

La testosterona es la hormona fundamental del hombre, define los caracteres masculinos, desencadena el deseo sexual, está relacionada con cada una de las funciones del aparato reproductor. Se encuentran receptores para la testosterona en prácticamente todos los órganos, por lo que su importancia es crucial.

Esta hormona es producida principalmente por los testículos y dicha producción, va declinando a partir de los 35 años de edad, en un uno por ciento anual. Llegando a la sexta o séptima década de la vida, comienzan a notarse cambios físicos y de comportamiento en aquellos hombres donde el descenso ha sido mayor.

La baja de testosterona lleva a una redistribución de la grasa corporal, que va sustituyendo a la masa muscular y aparece la llamada lipa abdominal. Con la disminución de la masa ósea y muscular, el hombre, va perdiendo fuerza y se hace más débil.

Entre otras manifestaciones, se va extinguiendo su ímpetu y poder cognitivo, por lo que no tiene la misma capacidad para concentrarse y resolver problemas. También baja la líbido y ocasiona disfunción eréctil, así como trastornos afectivos e irritabilidad.

Al realizar exámenes de laboratorio se constata los bajos niveles de la hormona, acompañado de elevación de la glicemia, colesterol, triglicéridos entre otros. A todos estos cambios se les da el nombre síndrome metabólico del adulto mayor y se trata con reemplazo hormonal.

Es mandatorio antes de comenzar un tratamiento hormonal sustitutivo, practicar una evaluación urológica que descarte la presencia de cáncer en la próstata el cual sería brutalmente potenciado por dicha administración.

El Cáncer de Próstata es el más frecuente en el hombre y no da ningún síntoma a menos que esté muy avanzado. Todo medicamento tiene sus indicaciones y contraindicaciones, lo que es bueno para un paciente puede resultar muy dañino y devastador para otro. Antes de cualquier prescripción, se debe revisar la historia clínica del paciente, sus antecedentes y diagnósticos, de esta manera la terapia será segura y efectiva

Detrás de cada tratamiento debe estar un médico calificado en el área que indique el mismo, le haga seguimiento y esté atento a cualquier efecto adverso, que requiera bajar la dosis, suspenderlo o cambiarlo.

Para conocer más de este tema y otros visita mis redes sociales @Drsotorosa.

Caraota Digital no se hace responsable por las opiniones, calificaciones y conceptos emitidos en las columnas de opinión publicadas en este medio.

ETIQUETADO:
Compartir este artículo
Deja un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *