¿Qué clase de reflujo tiene Anita? La historia que nos enseña la importancia de indagar

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Por Caraota Digital 4 Min de Lectura
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Por el Dr. Ricardo Soto-Rosa

Anita era la niña que se sentaba en el pupitre al lado de Oliver. Era muy flaquita, de grandes ojos color esmeralda y pelo negro azabache. Su boquita rosada con una hilera de menudos dientecitos, llenaban de ternura el inocente corazón de aquel niño secretamente enamorado.

Con frecuencia se prendía en fiebre, por lo que su abuela acudía al llamado de las maestras y se la llevaba antes de la hora de salida, dejando a Oliver con una sensación de vacío o abandono. Otras veces, cuando Anita estaba jugando, corría al baño o solicitaba permiso para salir de la clase a satisfacer una necesidad urgente, poniendo en alerta a la Señorita Gladys quien dudaba de la veracidad de aquella persistente situación.

Su abuela Zunilde pensaba: “alguien le echó mal de ojo a mi nieta, seguramente alguna visita, en sus primeros días de nacida. Todo por la necia de mi nuera con sus cosas… no le puso  el azabache que le regalé”.

La última vez, presentó escalofríos muy fuertes que le hacían castañetear sus dientecitos. Con los ojos vidriosos y la cara empalidecida, fue cargada por la señorita Gladys para llevarla a la enfermería. A lo lejos Oliver pudo ver su manito haciendo un suave movimiento de despedida.

Los padres acudieron a diferentes pediatras que diagnosticaron “infección urinaria”. Siempre le daban tratamiento con antibióticos cediendo el cuadro a los pocos días. Sin embargo, no habían pasado unas semanas cuando de nuevo Anita estaba presentando urgencias y fiebre. Los padres, pensando que el tratamiento no era efectivo, cambiaban una y otra vez de médico.

Finalmente, decidieron consultar con un urólogo pediatra que les recomendaron, quien al revisar la historia de infecciones urinarias a repetición comenzó a indagar con más profundidad el caso. Al practicar eco de los riñones descubrió una enorme dilatación del sistema que recolecta la orina en ambos riñones a lo que se le da el nombre de hidronefrosis.

El urólogo pediatra practicó estudios más sofisticados, entre ellos, la llamada uretrocistografía miccional. Pasando una sonda a través del conducto por donde sale la orina, que tiene por nombre uretra, se infundió un medio de contraste, mientras se toman radiografías que permitieron identificar con toda claridad como él mismo se regresaba desde la vejiga hacia los riñones, es decir, Anita tenía un reflujo vesico ureteral con una importante dilatación de los uréteres y riñones.

Este reflujo facilita la colonización por bacterias de las vías urinarias superiores, siendo frecuente los cuadros de infección urinaria en estos pacientes. Después de completar las rutinas preoperatorias y descartar otras patologías de la vejiga, Anita fue llevada a quirófano donde se practicó un reimplante de ambos uréteres en la vejiga con una técnica especial para impedir el reflujo de orina.

Una soleada mañana de Junio, Anita entró de nuevo al salón de preparatorio con su mirada luminosa y la gracia de siempre. Sin saberlo, llenó de alegría el corazón afligido de Oliver, quien la recibió con un dibujo de muchos colores que pintó para ella durante su ausencia.

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