A los 51 años, Monica Lewinsky rompió el silencio sobre su relación con el expresidente de EEUU Bill Clinton.
En una entrevista con Rolling Stone, Lewinsky afirmó que siempre supo que su relación con Clinton «no era agresión sexual, y que ella quería estar en esa situación».
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“Siempre supe que no era agresión sexual. Quería estar ahí. Pero ¿entendí realmente lo que implicaba? No”, reflexionó.
Esta declaración marca un cambio significativo en su narrativa, ya que durante muchos años fue retratada como una víctima del escándalo que sacudió la Casa Blanca en 1998.
En 1998, Lewinsky, entonces una joven becaria en la Casa Blanca, se convirtió en el centro de uno de los mayores escándalos políticos del siglo XX.
Su relación con Clinton, que duró 18 meses, fue ampliamente difundida y desgarradora para ella.
Lewinsky recordó cómo su vida privada fue expuesta al público, y cómo las conversaciones más personales se convirtieron en titulares mundiales.
«Un día era una ciudadana privada; al siguiente, mis conversaciones más personales estaban disponibles para el mundo entero», comentó.
La repercusión del escándalo fue devastadora para Lewinsky. Fue objeto de burlas y críticas, y su posibilidad de tener una carrera convencional se desvaneció.
Intentó aprovechar su notoriedad con entrevistas, un libro y apariciones en televisión, pero ninguna de estas opciones le proporcionó estabilidad o una nueva identidad.
«Mi carrera normal quedó obliterada antes de que siquiera comenzara», dijo Lewinsky.
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MONICA INTENTÓ PASAR PÁGINA
Después de varios intentos por encontrar un rumbo, Lewinsky decidió alejarse del ojo público y mudarse a Inglaterra para estudiar una maestría en psicología social en la London School of Economics.
Sin embargo, al regresar a Estados Unidos, la realidad fue aún más difícil. No podía conseguir empleo y enfrentó la constante asociación con el escándalo de 1998.
«Había lugares que me decían ‘Nos encantaría contratarte, pero ¿puedes conseguirnos una carta de indemnización?'», contó.
Además, la campaña presidencial de Hillary Clinton en 2008 revivió el escándalo, dificultando aún más su reinserción en la sociedad.
“Aún tengo Trastorno de Estrés Postraumático (PTSD) por muchas cosas que ocurrieron en el 98, y una de ellas es mi experiencia con la prensa”, dijo.